La revolución visual: de la placa de plata al selfi
ciencia por serendipia
Como la fotografía apareció por casualidad y democratizó la imagen
El secreto milenario de la roca negra

Cuesta imaginarse un mundo sin fotografías, sin selfis, sin álbumes familiares, sin imágenes de nuestras vacaciones. Parece imposible, ¿verdad? Pues hubo un tiempo en el que la gente solo podía recordar en su memoria lo que veía… o confiar en pintores y artistas para que ... les hicieran un retrato. Pero, afortunadamente, todo cambió gracias a un descubrimiento científico que, como tantos otros, se produjo casi por accidente, por lo que hoy conocemos como 'serendipia'.
A principios del siglo XIX, Europa estaba llena de científicos que mezclaban sustancias, hacían experimentos y se quemaban las cejas con ácidos. Uno de ellos era Louis Daguerre, un pintor francés que soñaba con capturar la realidad tal como era, sin tener que pintar durante horas.
Daguerre no estaba solo en esta aventura. Otros, como Joseph Nicéphore Niépce, ya habían logrado fijar imágenes en placas de metal usando betún de Judea y cámaras oscuras. Pero las imágenes de Niépce tardaban horas en aparecer y se borraban con facilidad. Era como intentar hacer un selfi con una cámara de madera y esperar a que el sol hiciera el trabajo.
Daguerre y Niépce trabajaron juntos durante un tiempo, pero tras la muerte de Niépce, Daguerre siguió solo, obsesionado con mejorar el proceso. Probó todo tipo de químicos, placas y cámaras, pero nada funcionaba como él quería. Hasta que un día… ¡eureka!
Un termómetro roto y un armario lleno de frascos
Cuenta la historia que Daguerre guardó unas placas experimentales en un armario lleno de frascos y productos químicos. Algunos días después, cuando las sacó, descubrió que la imagen había aparecido y con una nitidez nunca vista. ¿Cómo era posible? No lo sabía, pero su curiosidad científica le hizo investigar.
Resulta que en ese armario había un termómetro roto y el mercurio se había derramado.
El vapor de mercurio, al mezclarse con los otros químicos y las placas, había revelado la imagen de forma milagrosa. Daguerre, como buen científico, no se quedó solo con el asombro: experimentó, probó y confirmó que era el vapor de mercurio el que permitía que la imagen se fijara con claridad.
Con este descubrimiento, Daguerre creó el daguerrotipo, el primer método práctico de fotografía. Era un proceso complicado, pero funcionaba: una placa de cobre recubierta de plata se exponía a la luz en una cámara oscura, luego se revelaba con vapor de mercurio y se fijaba con sal común. El resultado era una imagen única, nítida y mágica, que podía capturar el mundo tal como era.
El daguerrotipo fue un éxito rotundo. La gente quedó fascinada: por fin podían verse a sí mismos tal como eran, sin tener que posar durante horas para un pintor. Las ciudades se llenaron de estudios fotográficos y los retratos se convirtieron en un objeto de deseo.
Una buena dosis de casualidad y de curiosidad
Pero no todo fue mérito del azar. La serendipia solo funciona si hay alguien observando, preguntándose y experimentando. Daguerre no se limitó a decir «¡qué raro!» y seguir con su vida. Investigó, probó y comprendió lo que había ocurrido. Eso es la ciencia: curiosidad, método y un poco de suerte.
Y es que la fotografía no solo es ciencia, también es arte. Y en el arte, como en la ciencia, lo inesperado suele ser lo más valioso. Julio Cortázar, escritor y aficionado a la fotografía, decía que «hay gente que atrapa lo inatrapable a sabiendas de que después la gente llamará casualidad». Y es verdad: muchas de las mejores fotografías de la historia han sido fruto del azar, de un instante fugaz que el fotógrafo supo capturar.
La fotografía no solo ha cambiado la ciencia y el arte, también ha transformado nuestra cultura visual. Antes, la gente solo veía retratos pintados, idealizados y estilizados. Con la fotografía, la realidad entró en los hogares: rostros, paisajes, momentos históricos… todo podía ser capturado y compartido. De alguna forma la fotografía ha democratizado la imagen, permitiendo que cualquiera pueda ser fotógrafo, testigo y creador de su propia historia.
Ahora bien, la fotografía es, sobre todo, memoria. Nos permite recordar a las personas que ya no están, los lugares que ya no existen, los momentos que ya pasaron. Es una forma de viajar en el tiempo, de revivir emociones y, por supuesto, de compartir historias.
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