Televidente
Macron, Brigitte y la luz de gas
«Ahora que todo es caro, mentir es gratis»
Una teoría de la gravedad

La puerta del avión se abrió como un telón traicionero, con los actores a medio camino entre la persona y el personaje, en esa tierra de nadie donde suceden las noticias y los realities y algunos construyen su casa sin licencia de obra. No sabemos ... si Emmanuel Macron estaba esquivando la bofetada de Brigitte como presidente o como marido, ni si luego le ofreció la mano para bajar las escaleras por el bien de su país o de su matrimonio. Lo que sí podemos sospechar es que ella la rechazó como mujer enfadada, y que se agarró a la barandilla con fuerza, tal vez pensando: la barandilla también me sujeta y no me da tantos problemas. Lo bueno es que eso se lo puedes decir a un hombre o a un país entero. Y también: a veces no hay quien te aguante.
Las imágenes de la pareja francesa aterrizando en Hanói son hipnóticas, tal vez porque en cada visionado pertenecen a un género distinto: yo las he visto como documental, como sitcom y como thriller de final abierto, y ya hay quien las ha interpretado como una película de ciencia ficción. Pero es fácil empatizar con ellos, igual que es fácil empatizar con Froilán saliendo del after a las once de la mañana, con la prensa rosa esperándole en la calle: es muy duro vivir sin privacidad.
Lo interesante de este suceso, sin embargo, no sucedió en Vietnam sino en París, ciudad del amor y otras cosas caras, donde alguien, seguramente un autoproclamado genio de la comunicación política, decidió difundir un desmentido: el vídeo era falso, otra de esas fake news rusas con las que Putin busca desestabilizar Occidente. Luego recularon diciendo que se trataba de una «pequeña disputa». Cuando Macron salió a decir que todo era una broma, una serie de gestos cariñosos sacados de contexto, nadie le creyó. Si el acto reflejo de un hombre es esquivar el golpe de su mujer, el de un presidente es mentir. A quién vas a creer, ¿a mí o a tus propios ojos? Esta frase también vale para los dos.
Hace tiempo que el trabajo de un gobernante es ir haciendo luz de gas a sus ciudadanos, mareándolos en un laberinto de bulos y noticias hasta conseguir algo mucho más grave que acabar con la verdad: terminar con la mentira.
Ahora que todo es caro, mentir es gratis.
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