Se les rompió el amor: Musk y Trump, un idilio insostenible de poder y dinero
Algunos 'trumpistas' de siempre -como Steve Bannon, que ahora se frota las manos con la ruptura- le veían como una figura demasiado influyente en Trump
El divorcio entre Trump y Musk, una relación idílica que empezó con insultos, ascendió a la Casa Blanca y acabó en ruptura
Como en la canción, 'se les rompió el amor de tanto usarlo'. El idilio entre Elon Musk y Donald Trrump estalló este jueves, a cámara lenta, a golpe de 'tuit' -de mensajes en X y en Truth Social, sus respectivas redes sociales-, con EE. ... UU. y el mundo mirando, atónitos, a la pantalla del móvil. Insultos, acusaciones, amenazas, réplicas.
«Estoy muy decepcionado con Elon», decía Trump. «Sin mí no hubiera ganado la elección», replicaba Musk. «No le necesitaba para ganar en Pensilvania», había dicho antes el neoyorquino sobre la ayuda de Musk en un estado clave. «Trump está en los documentos de Epstein, esa es la verdadera razón por la que no se han hecho públicos», atizaba por sorpresa y con gravedad el sudafricano, implicando al presidente en la trama de prostitución de menores del fallecido Jeffrey Epstein. «Si quiere recortes, eliminaré todos sus contratos con el Gobierno», avisaba el presidente. «Pues retiro del servicio las naves Dragon», respondía el líder de SpaceX, sin la que la NASA ya apenas puede funcionar.
Se devoraron «vivos como fieras», como también dijo la canción (la cantó Rocío Jurado, la bordó Fernanda de Utrera). Mientras, en los teléfonos, minuto y resultado, una escalada que nadie sabía -ni sabe- cómo acabará: ¿guerra total? ¿reconciliación? ¿tú en tu casa y yo en la mía?
Lo que muchos sí sabían -o, al menos, pronosticaban- es que la ruptura tenía que ocurrir. Cuando Trump y Musk eran uña y carne, cuando el tecnólogo era la mano derecha de Trump en su regreso a la Casa Blanca, muchos pensaban que su relación era insostenible. Algún día tendría que implosionar. El idilio de poder y dinero -el hombre más rico del mundo y el hombre más poderoso del mundo-, protagonizado por dos egos descomunales, enfrentado a la dureza del Gobierno, bajo la lupa de los medios, acabaría reventando por algún lado. El lado ha sido la ley fiscal y presupuestaria de Trump, que Musk condena porque considera -como muchos otros, también aliados del presidente, aunque no se lo quieran decir- que disparará el déficit. Pero la relación ya venía tocada, con diferencias en la gestión de Musk de su Departamento de Eficiencia Energética, críticas internas del equipo de Trump sobre el multimillonario o su posición contraria a los aranceles abultados.
El abrazo de Musk al 'trumpismo'
El romance -si no lo reparan unas paces igual de dramáticas que la ruptura- ha durado algo menos de once meses. Porque hay fecha oficial de su comienzo: el 13 de julio del año pasado, el día en el que Trump esquivó la muerte de milagro en el atentado que sufrió en Butler (Pensilvania). Ese día, Musk pareció tener una revelación. Pocos minutos después de que las balas de un atacante solo rozaran la oreja derecha del candidato, anunció su adhesión «completa» a Trump. Aquello le convenció de que Trump y solo Trump debía ser presidente del país.
Musk abrazó el 'trumpismo' con la fe del converso. Porque él fue crítico con el multimillonario neoyorquino en el pasado. Pero, dos meses después, apareció en el mismo escenario de Butler, acompañando a Trump, convertido en sensación del 'trumpismo', recibiendo una ovación sonora mientras daba saltos excéntricos sobre el escenario.
Entregó su altavoz y su bolsillo a Trump. Fue una presencia constante en X, su red social, desde donde no dejó de hacer proselitismo con sus 220 millones de seguidores y se prodigó en apariciones y entrevistas. Y, después de haber dicho que no donaría a ningún candidato de ese ciclo electoral, batió todos los récords de donaciones: casi 290 millones de dólares, un empujón formidable para Trump, que acabaría imponiéndose en las urnas.
La victoria los hizo inseparables. Musk se instaló en Mar-a-Lago, la mansión y club privado de Trump en la costa de Florida. Él y uno de sus catorce hijos -de nombre, X- eran fijos en el entorno del presidente-electo. Aparecían incluso en las fotos de familia de Trump, que llegó a bromear con que tenía que echarlo.
Musk estaba ahí para ejercer su poder: diseñar políticas, influir en la elección de altos cargos del Gobierno entrante. Algunos 'trumpistas' de siempre -como Steve Bannon, que ahora se frota las manos con la ruptura- le veían como una figura demasiado influyente en Trump.
'Trump tenía razón en todo'
Llegó la investidura de Trump, a finales de enero, y Musk seguía en primera plana. En la jura dentro del Capitolio, junto a la familia del nuevo presidente. Y como la figura más vitoreada en el mitin de celebración de la investidura, con el polémico saludo nazi incluido.
Musk lideraba el despliegue de tecnólogos en Washington, era la personificación de la 'tecnocracia', del 'tecnofeudalismo' que muchos anticipaban. Su cheque millonario a Trump en campaña le permitió desarrollar su ambición de transformar por completo un estado que considera hinchado e ineficiente.
Trump creó para él el Departamento de Eficiencia Energética (DOGE, en sus siglas en inglés) con el objetivo -inalcanzable, para muchos- de reducir en un billón de dólares el gasto del sector público antes de julio del año que viene. Musk y sus hombres -muchas veces, jóvenes sin ninguna experiencia de gestión- entraron en el Gobierno con la motosierra, como la que le regaló Javier Milei, el presidente de Argentina, en febrero, durante la conferencia conservadora CPAC.
Entonces, el romance con Trump seguía latiendo con fuerza. Se paseaba por la Casa Blanca con una guerra con el lema 'Trump tenía razón en todo'. El presidente le invitaba al Despacho Oval, con su hijo X subido a hombros. Musk también se colaba en las reuniones del Gabinete, lo que incomodaba a algunos.
Pero un amor apasionado puede corromperse rápido. «Amo a Donald Trump toldo lo que un hombre heterosexual puede amar a otro hombre», escribió Musk hace apenas cuatro meses. Y este jueves le acusaba de estar implicado en una trama de prostitución de menores y apoyaba su 'impeachment' o juicio político para su expulsión de la Casa Blanca.
Antes de la explosión, llegó el distanciamiento. Muchas de sus actuaciones en DOGE no eran populares, y Trump lo sabía. Se había convertido más en un estorbo para el presidente. Musk, además, fue crítico con sus aranceles, un pilar de su política económica, e insultó a su principal asesor en este capítulo, Peter Navarro.
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Ambos trataron de escenificar una salida amistosa el pasado viernes en el Despacho Oval, donde Trump le regaló una llave de la Casa Blanca. No fue suficiente para un Musk que cree que la llave de la Casa Blanca, en realidad, con su dinero y su apoyo, se la dio él. Estalló por su ley fiscal esta semana y la disputa ha acabado en una ruptura que ni el más osado guionista de telenovela venezolana podría haber imaginado.
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