UN TIEMPO PROPIO
La clave del éxito: concluir los proyectos
Esta reacción inicial no debe ocultar una verdad incómoda: si se llega a estas situaciones límite, la reversibilidad es complicada y, a menudo, muy costosa
Al menos una coincidencia
Lo que dicen las encuestas

La semana pasada, los aficionados del Betis vivimos una lección que caló hondo. Después de 118 años de historia, nuestro equipo se plantaba en una final europea. La abordamos con una ilusión desbordante y jugamos con más corazón que cabeza. Dominamos la primera mitad, es ... cierto, pero fuimos incapaces de concluir lo que tan bien habíamos empezado en la segunda. El resultado fue una derrota humillante y abultada para un equipo que, irónicamente, inventó la resiliencia con su famosa frase: «¡Viva el Betis, manque pierda!». El año que viene volveremos a Europa, y esperamos haber aprendido la lección: la de rematar con éxito lo que iniciamos con ilusión, corazón y, sobre todo, poniendo la razón.
El naufragio del Betis es una metáfora de la vida misma. Solemos celebrar la «primera piedra» de un edificio o el inicio de una nueva iniciativa. Sin embargo, lo verdaderamente crucial es ver puesta la última piedra, ver un proyecto concluido con éxito y conforme a las expectativas.
Desde la crisis de 2008, nuestras ciudades y sus alrededores están plagadas de esqueletos de edificios abandonados, mudos testigos de la fragilidad de las obras humanas. Son el recordatorio de la falta de previsión y los errores que cometemos cuando no calculamos con precisión los proyectos que iniciamos. En la vida se cometen muchos errores, la mayoría reversibles, otros no. Y en política, sucede lo mismo que en la vida: los errores existen, y la falta de cálculo y previsión arruina proyectos prometedores.
En estas semanas, Castilla y León está inmersa en una serie de situaciones que afectan gravemente a la Comunidad. Se suprimen paradas de trenes, dificultando la movilidad de sus ciudadanos, y se cierran fábricas de azúcar, una industria tradicional que históricamente ha unido la producción agrícola con la transformación en un bien de consumo esencial. La reacción de la Junta ha sido rápida: un bono gratuito para el transporte en autobús y reuniones con los responsables de la azucarera para intentar impedir el cierre de las plantas.
Esto es solo el comienzo de una larga negociación que debe tener un único objetivo: mantener el empleo y la producción.
Hay que alabar la celeridad del Ejecutivo autonómico para reaccionar ante una situación adversa. Sin embargo, esta reacción inicial no debe ocultar una verdad incómoda: si se llega a estas situaciones límite, la reversibilidad es complicada y, a menudo, muy costosa. Por lo tanto, si se quiere tener éxito en el mantenimiento de las plantas de producción de azúcar, es imperativo plantearse qué se puede ofrecer a la empresa para que abandone su plan de desinversión y cierre de fábricas. Es necesario convencer a todas las partes de que, si se quiere cambiar el rumbo de los acontecimientos, no se puede seguir haciendo y proponiendo lo mismo.
Aquí es donde resuena el consejo de Albert Einstein: «La locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes». No se trata de llevar la imaginación al poder de forma desmedida, sino de asumir la realidad tal cual es y aplicar las soluciones adecuadas para lograr los resultados deseados que beneficien a todos. Esta es la responsabilidad que tiene el Gobierno de Castilla y León, y no debe eludirla. La capacidad de concluir lo que se empieza, no solo en el deporte, sino en la gestión pública y en la economía, es el verdadero termómetro del éxito. ¿Estamos dispuestos a aprender de nuestros errores y a cambiar la estrategia cuando sea necesario? El futuro de la Comunidad depende de ello.
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