vía PULCHRITUDINIS
Somos de 'capi'
Lo que no vamos a poder hacer nunca es ir al supermercado y que en las estanterías haya bandejas de pollo criado en Chamberí o tomates cultivados en el barrio de Gracia
Don Pepe
Papas de Roma

El insigne alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, decía hace 20 años que el AVE iba a ser importante porque podía traer a mucha gente pero que no debíamos olvidar que otros tantos podrían irse a bordo del tan ansiado tren. Ahora, veinte ... años después, el ferrocarril vuelve a ser protagonista en nuestra Comunidad pero por el anuncio de la supresión de servicios en Segovia, Medina del Campo y Puebla de Sanabria impuesta por Renfe en base a criterios de rentabilidad económica.
Si no hubiera sido por el lenguaraz alcalde de Vigo, Abel Caballero, y su populista propensión a buscar votos hasta debajo de las piedras probablemente no hubiera pasado nada y en Castilla y León habríamos visto cómo, una vez más, se imponían los criterios dictados por un capitalino medioambientalista de esos que quieren urbanizar el campo y que los gallos canten en horario infantil. La boca henchida de Caballero, sin embargo, encendió la llama y poco le importó al gallego poner en semejante brete al nuevo secretario general de los socialistas castellano y leoneses, Carlos Martínez, y al que otrora fuera alcalde como él y ahora ministro de Fomento, Óscar Puente.
La pugna por los votos hasta se puede entender y también los desajustes en el seno de un PSOE más preocupado por otras cuitas que por las de esta tierra en la que parecen haber cejado en el empeño de recuperar electoralmente. Lo incomprensible es que a nadie parece importarle que el campo, la agricultura y la ganadería se mueran. No es cuestión de cambio climático, ni de energías renovables, es cuestión de vivir o morir. Podemos encender la luz y que allá donde se produzca haya un reactor nuclear o una placa fotovoltaica, pero lo que no vamos a poder hacer nunca es ir al supermercado y que en las estanterías haya bandejas de pollo criado en Chamberí o tomates cultivados en el barrio de Gracia. Para eso hace falta gente en el campo tanto como cardiólogos en los hospitales.
Lo de Renfe y las frecuencias con el medio rural debiera ser obligatorio por su condición de servicio público y su obligación de garantizar la prestación de servicios al ciudadano independientemente de su lugar de residencia. Eso debiera de ser lo normal pero es que llegará el momento en el que la discriminación positiva a determinados colectivos por cuestiones de igualdad se convertirá, en este caso, en una obligación por cuestión de irrenunciable interés. Y es que a este paso y dentro de poco vecinos de las zonas ahora abandonadas podrán reírse de todo este barullo porque ministros, consejeros, propios y extraños tendrán que llevarles no en tren sino en silla gestatoria hasta sus tierras y sus granjas para pedirles, de rodillas y por favor, que continúen trabajando allí no para ser justos sino para poder comer. Tiempo al tiempo.
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