VÍA PULCHRITUDINIS
Don Pepe
Su entierro fue el aplauso a alguien que no fue nada, a alguien que sólo nos regaló el magnífico don de una sonrisa preñada de esperanza
Papas de Roma

La Inteligencia Artificial avanza conforme ponemos a su disposición millones de datos sobre lo que somos y sobre lo que ocurre a nuestro alrededor. Su poder de innovación nos traerá la eliminación de tareas tediosas como en su día lo hicieron los autómatas que empezaron ... a soldar en las fábricas de coches de los años 70. Una revolución que no eliminó la mano de obra sino que permitió el crecimiento de docenas de barrios de aluvión en Palencia, Burgos, Ávila o Valladolid. Los padres de sementeras y trillas cambiaron la crudeza del campo por las formas de una nueva era que ahora todos vemos con normalidad. Aquellas historias dejamos de escribirlas con Olivettis para mudarnos a teclados ergonómicos que no aceleraban la vida pero si la forma de contarla.
Los robot de soldadura y los ordenadores nos trajeron mucho y bueno mientras aprendimos a sacar de nuestra memoria todo cuanto nos hicieron sacrificar. Las buenas tradiciones pasaron a ser 'patrimonio inmaterial' y las malas simplemente se desvanecieron. La inteligencia artificial nos aboca a un escenario similar en el que un nuevo mundo nos hace temblar las piernas porque el futuro se aparece ante nuestros ojos con la amenaza de enseñarnos lo que realmente somos o, mejor dicho, lo que hemos sido. La Inteligencia Artificial no nos dará alas porque bebe de nuestro pasado, de lo que nosotros echemos en su caldera para construir un futuro que sólo avanza unos segundos cada vez porque es sólo un traje nuevo que confeccionamos con hilos del pasado.
Regular la Inteligencia Artificial es como renunciar al microondas porque juega con las cosas de comer. La clave no está en cómo funciona sino en lo que ponemos a calentar. A la inteligencia artificial podemos atiborrarla de desdichas, corrupción, guerras, abortos, eutanasia o de La Familia de la Tele. Ese es el verdadero peligro para el futuro que nos espera. Los ingredientes del plato que degustaremos los elegiremos nosotros y será nuestro fin o nuestro sustento.
Valladolid despedía esta semana a Pepe Heras. Un cura de parroquia que nunca repartió nada material porque no lo tenía y, desde luego, no encajaría en la alfombra roja de los Goya. Su funeral, sin embargo, llenó los bancos de El Salvador de gentes que en la calle se matarían pero que ante su féretro se dieron la paz. Su entierro fue el aplauso a alguien que no fue nada, a alguien que sólo nos regaló el magnífico don de una sonrisa preñada de esperanza. La Inteligencia Artificial seguro que recoge ese éxito del funeral de don José porque en YouTube hay vídeos con miles de personas aplaudiendo. Lo que no tengo tan claro es que seamos capaces de ofrecer a la cocinera de nuestro futuro el por qué y el cómo la vida de alguien como él ha sido capaz de cambiárnosla a los que tuvimos la suerte de conocerle. Descanse en paz.
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