salida de las carretas de los pueblos
El tiempo se detiene en el Aljarafe, volcado con sus hermandades del Rocío
Gines, Benacazón, Umbrete o Huévar comenzaron su camino este miércoles en el día de carretas más intenso de la comarca
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Desde su puerta comenzó al alba de este miércoles el camino de los peregrinos de una veintena de hermandades de la provincia de Sevilla. El Aljarafe, que siente a la Blanca Paloma tan suya como de los almonteños, se detiene por completo y vive cada año su día más intenso de salidas de hermandades rumbo al Rocío el miércoles de carretas. Algunas de las corporaciones más señeras y que más fieles arrastran de todas las que acuden a la romería, como Gines, Umbrete y Benacazón, proceden de esta comarca cuyo corazón late con más fuerza que en ningún otro momento entre mayo y junio. Huelga decir que este 4 de junio no ha sido una excepción.
Los peregrinos de Huévar fueron de los más madrugadores. A las siete de la mañana estaban convocados en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción para la misa de romeros. Poco antes de las ocho repicaban las campanas y sonaban los primeros cohetes del miércoles de carretas anunciando que comenzaba el camino de la filial número 30, una de las más próximas a las arenas de la provincia de Sevilla, que a sobre las dos del mediodía sube los siete escalones de Villamanrique de la Condesa. Antes de todo eso, y precedidos por el tamborilero como pregonero de la comitiva rociera, los romeros hervenses dieron la tradicional vuelta de rigor al pueblo, sumando fieles y curiosos conforme recorrían las calles.
Por el itinerario, acompañados un año más de su hermandad ahijada de Segovia, se presentaron ante el resto de hermandades del pueblo, así como en las casas de devotos impedidos y en el Ayuntamiento, donde fueron recibidos por la Corporación Municipal antes de poner rumbo al camino cargados de ramos de flores ofrendados por todas las entidades de la localidad. «¡Vivan todos los rocieros del mundo!», se escuchó en una de las presentaciones.

Pasadas las nueve de la mañana, la carreta de plata del taller de Villarreal abandonó el municipio, no sin que antes se sucedieran sevillanas de pequeños y mayores y una lluvia de pétalos para el simpecado rojo de Huévar. Una peregrina que no levantaba dos palmos del suelo dio buena muestra de la salud del legado rociero en este rincón del Aljarafe cuando proclamó a los cuatro vientos: «¡Vivan los que nos enseñaron a quererte!». Dos noches los separan de la aldea.
Cohetes para Benacazón
En Benacazón los cohetes suenan diferente, y desde primera hora de la mañana retumbaron en el cielo piñonero. Su arteria principal, la calle Real, se inundó por completo de peregrinos de cordón azul y cinta del color del cielo en el sombrero después de la misa de romeros, a eso de las nueve. 110 años acudiendo al Rocío cada primavera dan el poso histórico y la total identificación que esta hermandad tiene con su pueblo. Las lágrimas por quienes este año no pueden hacer el camino y por los que ya no están −con vivas a los rocieros que están en el cielo incluidos− se compaginaban con los abrazos de emoción y los deseos de buen camino a quienes comienzan su semana más feliz del año.
Tras el saludo al Ayuntamiento, una copiosa petalada tiñó de fucsia el techo blanco y las seis columnas de madera que sostienen el característico simpecado de Benacazón entre aplausos de sus vecinos. El extenso cortejo abierto por los tamborileros llegaba a la plaza de la cruz de mármol, donde algunas de las personas más mayores del pueblo aguardaban para despedir a los romeros.

El resto acompañó al simpecado hasta el camino de Aznalcázar, donde, como es tradición, la carreta se dio la vuelta sobre sí misma para decir adiós a los benacazoneros que no van al Rocío hasta dentro de una semana. Las familias y reuniones se hacían fotos y más fotos ante los bueyes piñoneros para inmortalizar el momento. El estruendo de una traca al filo de las diez de la mañana era la señal inequívoca de que Benacazón ya había puesto rumbo a la aldea almonteña, como en tantos años de solera y caminos andados.
El día grande de Gines
Otro de los puntos clave del miércoles de carretas era Gines. A las ocho y media de la mañana daba comienzo en la parroquia de Nuestra Señora de Belén la misa de romeros. Al término de la misma, el simpecado fue entronizado en la carreta de plata en una emblemática y abarrotada plaza de España, dejando una de las postales rocieras por excelencia de la jornada. La nota musical había corrido a cargo, como no podía ser de otra forma, del coro de la hermandad, que este año cumple 55 de su primera actuación.
Toda la localidad estaba llena de mantones, decoración similar a la de las carretas e infinidad de banderolas verdes y amarillas, colores de la filial número 15, la que regaló al Rocío iconos de las sevillanas como los Amigos de Gines o el Mani, en cuyo honor se acaba de inaugurar un monumento. «Te debo un Rocío y ese es mi pecado», cantaba José Manuel sin saber que, aun después de dejar este mundo, iría cada año a la romería en las gargantas de sus convecinos y de tantos otros rocieros.
Numerosos charrés y multitud de caballistas precedían el paso del simpecado y otras ocho coloridas carretas por las calles del pueblo en la larguísima vuelta que cada año hace la hermandad para no dejarse rincón ni vecino del que despedirse. El miércoles de las carretas es el día más grande del año para los ginenses, y se nota. Los aceras, repletas de gente ya fuera a la sombra o al sol; los bares, de bote en bote, especialmente a partir de las once, cuando el sol empezó a picar y las primeras cervezas a derramarse por las gargantas.
La comitiva avanzaba con suma parsimonia mientras sus romeros charlaban, se hacían fotos o se avituallaban, pero alrededor de la carreta, pandereta en mano, no se dejaba de cantar en ningún momento. Porque rezar cantando es rezar dos veces. Así continuaron hasta abandonar Gines por la carretera de Bormujos cuando ya se escuchaba en Castilleja la cercanía del barullo de Triana, hacia la una de la tarde. Retomaba Gines la visita al hospital de San Juan de Dios en una jornada en la que el Aljarafe volvió a pararlo todo por la Virgen del Rocío y a demostrar por qué es la continuación de la marisma almonteña en Sevilla. Que duren sus anhelos eternamente.
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