Jacob Elordi: «Hoy se produce mucho contenido sin sentido, pero 'El camino estrecho' es algo importante»
El actor estrena una nueva serie donde se pone en la piel de un joven médico, que terminó siendo prisionero durante la Segunda Guerra Mundial para la construcción del 'Ferrocarril de la muerte'
Elsa Pataky: «España no tiene nada que envidiarle a Estados Unidos, aquí se pone el alma y allí es más un 'bussiness'»

El próximo 28 de mayo, Movistar Plus+ estrena en España 'El camino estrecho', una miniserie que adapta la novela 'The Narrow Road to the Deep North' del australiano Richard Flanagan, ganadora del Premio Booker en el 2014. Dirigida por Justin Kurzel, amigo del escritor, y ... protagonizada por Jacob Elordi y Odessa Young, reconstruye una de las experiencias más brutales de la Segunda Guerra Mundial: la construcción del Ferrocarril de la Muerte, una línea férrea entre Tailandia y Birmania en la que murieron más de 100.000 personas, entre prisioneros de guerra y trabajadores forzados, estos últimos principalmente civiles asiáticos.
La historia, sin embargo, no se limita a una reconstrucción belica, como subraya Kurzel en conversación con ABC junto a Elordi: «yo ya era un gran admirador del libro y quería contar una historia de amor. No lo había hecho antes y esta me pareció realmente auténtica, única, nada impostada. No me resultaba ajena». La novela de Flanagan, basada en las vivencias de su propio padre como prisionero del ejército imperial japonés, combina el relato histórico con una dimensión profundamente íntima: la de un hombre dividida entre la supervivencia física y la persistencia emocional de un amor imposible.
Ese hombre es Dorrigo Evans, médico australiano interpretado por Jacob Elordi en su juventud y por Ciarán Hinds en su madurez. Capturado en 1943 por las tropas japonesas, Dorrigo es enviado junto a cientos de compañeros al sudeste asiático, donde deberá enfrentarse a la brutalidad de los trabajos forzados, la enfermedad, la humillación y la pérdida. Pero es el recuerdo de Amy, la esposa de su tío y con quien vivió un amor tan fugaz como devastador, lo que lo atormenta, mientras al mismo tiempo lo acompaña y lo sostiene.
«Temía un poco filmar las escenas de los prisioneros de guerra. Hubo momentos que fueron realmente duros. Pero en realidad, fue algo muy íntimo y hermoso estar rodeado de estos hombres que habían perdido peso y que de verdad se ayudaban y apoyaban mutuamente durante la preparación para adelgazar para la película. Fue un momento muy hermoso en el set, tan íntimo y bello como filmar la historia de amor», confiesa Elordi, aludiendo a la tremenda exigencia física y emocional del rodaje. Lejos del dramatismo superficial y verbal, la serie opta por una aproximación contenida, construida a base de miradas, silencios y gestos mínimos. «La intimidad era increíblemente importante para mí cuando llegué al proyecto», explica el actor, quien destaca que tanto él como Kurzel trabajaron «durante los ensayos ya lo largo del rodaje para que el personaje fuera lo más silencioso, auténtico y veraz posible».
Uno de los aspectos más singulares del proyecto radica en la coexistencia de dos actores para un mismo personaje en distintas etapas vitales. Sorprendentemente, Elordi y Hinds apenas coincidieron durante la producción. «Nos conocimos una vez, cuando ya habíamos comenzado a filmar. No hablamos del personaje ni planeamos nada», revela Elordi, quien atribuye la coherencia entre ambos a la sensibilidad de Kurzel como director: «No se trataba de encontrar a alguien que se pareciera esencialmente a mí, sino de encontrar algo en el alma de Ciarán, en su esencia, que compartimos. Eso es mérito de Justin».
Kurzel, por su parte, defiende esa intuición actoral por encima de cualquier ejercicio de coordinación forzada: «Creo que ambos tienen una enorme presencia cinematográfica, una dignidad que reconocí de inmediato. No quería que intentaran construir juntos un personaje, porque eso habría derivado en una imitación. Prefiero confiar en el instinto de cada uno, en lo que cada actor puede encontrar de sí mismo en el papel».



'El camino estrecho' se distancia del arquetipo del héroe de guerra; en lugar de eso, indaga en la construcción de la masculinidad en condiciones extremas, donde el compañerismo y el humor funcionan como mecanismos de resistencia. «Desde los ensayos fue así, si pones a diez tipos juntos en una sala, a los diez minutos ya hay una broma pasada de tono, y todos se comportan como niños otra vez. Siempre hay ese juego, esa ligereza. Esa es la belleza de la camaradería», recuerda Elordi, que subraya el carácter único de la amistad masculina australiana. «En todas mis investigaciones sobre el ferrocarril de Tailandia-Birmania, todos mencionaban cómo los australianos no paraban de reír, aunque estuvieran demacrados o hubieran perdido a sus compañeros. Siempre había luz en la oscuridad. Y eso también se sentía en el set».
Esa dimensión lúdica de la masculinidad, lejos de desvirtuar la gravedad de lo narrado, se convierte en una forma de resistencia psicológica frente al horror. Así, la serie muestra cómo los hombres, incluso rodeados por la muerte, conservan gestos infantiles: cantan, bromean, se protegen unos a otros. «Por muy pesado que fuera de la escena, siempre podíamos mirarnos y echarnos a reír, por la propia naturaleza del vínculo que habíamos creado».
Al preguntársele por qué, en un mundo actualmente saturado de conflictos reales, los espectadores siguen sucumbiendo a las historias de guerra y amor en la ficción, Kurzel responde que «creo que simplemente nos gusta sentirnos amados y amar. Nos hace felices, nos hace sentirnos vivos y humanos. Es lo que más valoramos como seres humanos. Las historias de amor nos conectan de una manera que otros géneros no pueden».
Sombras y violencia
Kurzel, que ya había abordado historias densas como 'Nitram', inspirada en la masacre de Port Arthur, Australia, de 1996, en la que un joven mató a 35 personas, señala que «necesitamos entender por qué hacemos las cosas que hacemos. El arte, el cine y la literatura nos permiten explorar las sombras, la violencia y sus repercusiones. A veces hay que mirar al pasado para entender el presente y decidir el futuro que queremos», reflexiona el director, que también incide en la dimensión emocional de su obra: «Fue muy conmovedor hacerla, incluso en la sala de montaje. Las actuaciones, los sacrificios, la verdad de este capítulo de nuestra historia... todo eso me emocionó».
Con guion de Shaun Grant y una dirección que apuesta por lo poético por encima de lo espectacular, la serie se sitúa en la estela de los grandes dramas históricos desde una óptica profundamente humana, donde no hay épica en el sufrimiento, sino una mirada serena, a veces insoportablemente bella, sobre la fragilidad, el amor y la memoria. Y no propone respuestas fáciles ni se refugia en la nostalgia. Su final, deliberadamente ambiguo, deja a la audiencia enfrentada a una pregunta fundamental: ¿Cómo seguir viviendo después de haber visto de cerca el abismo? «Mi esperanza», concluye Elordi, «es que los espectadores salgan satisfechos de haber vivido una experiencia audiovisual honesta. Hoy se produce mucho contenido sin sentido, yo quiero que el público se sienta respetado, que se conmueva profundamente. Esto no es solo televisión. Es algo importante».
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