desde la cornisa
La fontanera, el comisionista y otros políticos del montón
Aquí lidiamos con personajes oportunistas, de brillantez cuestionable, que crecieron al amparo del enchufe
Ni Pepi, ni Luci ni el resto de chicas que imaginara un naciente Almodóvar se merecen mi osada comparación, pero en la comparecencia de la tal Leire Díaz, me faltó tan sólo una aparición surrealista de la inolvidable Chus Lampreave, del brazo de un baboso ... Torrente, para terminar de completar el sainete. Para desconsuelo de todos los españoles, lo que se vivió en ese hotel madrileño no fue fruto de la imaginación de un cineasta sino la exposición pública de las entrañas menos vistosas de la política española, a la que se le ve, por cierto, un refajo cutre de narices. Puestos a soñar con los malos, una siempre fantaseó con seres malvados pero tremendamente inteligentes; bellos incluso hasta hacer perder la cabeza a cualquiera -de eso va la maldad-. Pero la realidad tiene poco que ver con los universos de John Le Carré o Ian Fleming. Aquí lidiamos con otros personajes oportunistas, de brillantez cuestionable, que crecieron al amparo del enchufe, siempre financiado con dinero público, o de la comisión también regada con cuartos de la misma procedencia: los bolsillos de todos los contribuyentes.
Ahora se habla mucho de las cloacas, nada nuevas en el poder, que siempre necesita de peones para mover hilos invisibles a simple vista; de los que desprenderse fácilmente cuando las cosas pintan mal. Los tiene Sánchez y los tuvo cualquier otro que haya dirigido un país. Memoria frágil tiene el PP que dejó colarse en sus despachos a un tipo armado con una grabadora.
Las cloacas forman parte del sistema como herramienta de autoprotección. No hay nada más oscuro que unos servicios secretos, que se justifican como esenciales para ejecutar trabajos inconfesables pero vitales para la defensa de un estado. La teoría dice que el límite está en la ley, pero la verdad es menos naif y el exceso sólo se descubre cuando alguien mete la pata o se va de la lengua.
Sin embargo, la cosa se complica y mucho cuando las cloacas maniobran exclusivamente con un fin individual y no para proteger un bien superior como la estabilidad de un país frente a serias amenazas. Y eso es lo verdaderamente chusco de todo lo que está aconteciendo en estos momentos. Nos perdemos en la hipocresía de señalar la existencia de cloacas cuando el serio problema es que hay toda una guardia pretoriana trabajando por mantener en el poder a un señor, capaz de pactar con quien sea y contra lo que sea si eso le da años de vida en la Moncloa. Ha puesto al PSOE, un partido con más de un siglo de historia al servicio de su causa, que no es la de su país. Su voraz apetito es capaz de engullir incluso los datos positivos, que alguno hay, en la gestión de su Gobierno porque su meta empieza y acaba en sí mismo.
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