El distrito financiero del río
Los proyectos de Altadis y el muelle de Tablada despiertan el interés de las grandes empresas que sueñan con un balconcito al Guadalquivir
La semana en la que el sainete de Leire Díaz acapara portadas, titulares y columnas de opinión, Sevilla ha celebrado el congreso de Ceapi por el que han pasado las principales fortunas de Iberoamérica, propietarios de compañías mineras, energéticas, turísticas, el presidente del Banco para ... el Desarrollo de América Latina, la presidenta de Red Eléctrica –encantada de que el foco apunte ahora en otra dirección– y una amplia lista de directivos, emprendedores y gestores que han coincidido en la metáfora del puente entre los dos continentes para generar oportunidades.
Esa primera interacción entre el viejo y el nuevo mundo que empezó en Sevilla, en el mismo río al que se ha aludido en muchas de las intervenciones del evento. La empresa se ha prendado el Guadalquivir y busca un balcón o un muelle entero con vistas a sus aguas. Esta nueva tendencia la ha impuesto Moeve, que anunció en las páginas de ABC sus planes de que la primera sede de la compañía fuera de Madrid se instalará en el renovado complejo de Altadis. Y ahora la siguen otras grandes firmas como Cox, que ha puesto sus ojos en el Distrito Portuario como ubicación preferente para las futuras oficinas de la compañía que debe dejar en un año las instalaciones de Palmas Altas para que la Junta pueda concluir el proyecto de la Ciudad de la Justicia. Y para eso sólo queda un año.
Tanto los antiguos almacenes de Tabacalera como el muelle de carga de Tablada, con su aire fabril, sus fachadas de ladrillo visto y la historia que los dos recintos tienen a sus espaldas van a reconfigurar el distrito financiero de la ciudad, hoy concentrado entre Nervión, la Cartuja y la avenida de la Palmera.
Si a Cox le encajan las fechas y las cuentas, su proyecto será la avanzadilla de un nuevo polo de empresas tecnológicas abierto a la ciudad, en un entorno que siempre ha estado vedado a los sevillanos. El plan tiene hasta un punto romántico si se piensa con detenimiento. El valenciano Enrique Riquelme, que le puso a la empresa el nombre de su pueblo natal y que rescató los restos del naufragio de Abengoa manteniendo proyectos y profesionales, se plantea ahora recuperar las antiguas naves del 29, concretamente un cuerpo de naves y tinglados para disponer de los 15.000 metros cuadrados que necesita la sede del grupo.
Y no es el único. Hay otras compañías a la espera de que entren las primeras máquinas en el muelle de Tablada para pedir sitio. Tanto en una orilla como en la otra, el interés va al alza. Lo único que podría amargar este sueño romántico es la lenta burocracia que tritura los planes.
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