Perdigones de plata
La visita
Sánchez, en su viaje hasta Valencia, eludió pisar el polvillo que alfombra las villas devastadas
Bajo el cielo
Enemigos íntimos
Todo bajo control. Pero creo que se precipitó en visitar Valencia. Demasiada rapidez la suya. Qué detallazo, tanta celeridad. Total, sólo han transcurrido siete meses, una bagatela, un suspiro, desde que salió huyendo de Paiporta envuelto en un halo de barro y bochorno. Acudió. ... Miró. Escuchó mansurrón las explicaciones proyectando carita de bueno. Visitó una empresa a salvo de la ira popular y luego se refugió en la delegación del Gobierno, rodeado de su tropa fiel y de los representantes de las víctimas. Todo bajo control, sí. Todo perfectamente organizado, coreografiado, preparado con esmero, atado y bien atado.
La visita de Sánchez hasta Valencia eludió pisar el polvillo que alfombra las villas devastadas. Un polvo cobrizo y molesto que no es sino el heredero de aquellos lodos, de aquellos fangos, que colapsaron almas y haciendas. Un polvillo pertinaz y cerril que recuerda la tragedia cada jornada a los que moran allí y muestran piernas de futbolistas leñeros porque la mayoría de los ascensores siguen descalabrados y trepan hasta sus viviendas. Tampoco iban a joder la visita paseando entre el polvo en suspensión. Qué asco. Calla calla, que me mancho el traje y los zapatos, que se me adhiere contra la cabellera y luego no veas la de champú polucionador que usaré para lavar el estropicio. La visita de Sánchez a Valencia se programó como ese safari fotográfico que te elaboran cuando la luna de miel. De vez en cuando, sueltan un bicho frente al vehículo conducido por un coronel Tapioca y flipas con la silueta de la bestia recortada frente al horizonte africano aunque esta componga careto amustiado, que anda algo fatigado el animal por el abuso al que le someten a cambio de casquería de ñu viejuno. La visita destiló el aire artificial que suele acompañar a nuestro presidente en cualquiera de sus misiones porque la impostura es su bandera. Lo que no sé es si habrá domado a las nobles y orgullosas fieras heridas que buscan justicia y ayuda. A las de su bando, seguro que sí; a las otras, pues ya veremos.
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