¡A la calle! que ya es hora

La manifestación de mañana en Madrid no constituye un respaldo al PP, cuyo único mérito consiste en haberla convocado, sino un cauce para expresar el hartazgo de la sociedad ante los constantes abusos de este Gobierno corroído por todas las formas posibles de corrupción política, económica y moral, que se aferra al poder por el poder, sin voluntad ni capacidad alguna de ejercerlo con eficacia, y recurre a métodos mafiosos para combatir a quienes tratan de controlarlo. Es una marcha contra la sicaria, Leire Díez, brazo armado del secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, en su empeño de silenciar a los jueces, periodistas o guardias civiles que investigan los trapos sucios del presidente, sus familiares y sus más estrechos colaboradores, empleando para ello toda clase de artimañas criminales. Es una marcha contra los ministros que propagan un bulo inverosímil a sabiendas, con el propósito de desacreditar a la unidad de élite de la Benemérita: Alegría, Montero, López, Puente. Es una marcha contra Álvaro García Ortiz, el fiscal general sanchista que se niega a dimitir a pesar de estar imputado por un delito grave cometido (presuntamente) en beneficio de su amo, quien lo premia y lo protege manteniéndolo en el cargo. Es una marcha contra los privilegios fiscales otorgados al separatismo catalán y vasco, que hemos de pagar a escote el resto de los españoles. Es una marcha contra el presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde Pumpido, impulsor de una sentencia bochornosa que valida la amnistía concedida a los golpistas a cambio de su apoyo parlamentario, pervierte con ello el sentido de la Carta Magna, al tiempo que prostituye al órgano encargado de interpretarla, y deja desarmado al Estado ante las nuevas intentonas que anuncian los beneficiarios de la cacicada. Es una marcha contra la normalización de la mentira como argumento electoral, contra el derroche de dinero público con fines partidistas, contra los insultos constantes a la inteligencia de los 'paganos' de su fiesta, que somos los contribuyentes.

«España mía, combate que atormentas mis adentros, para salvarme y salvarte, con amor te deletreo». Lo dicho: ¡A la calle! que ya es hora…