El garabato del torreón
Laxe/Grandío
Ambos concuerdan en una idéntica interpretación de lo que llamamos, para entendernos, la 'Galicia profunda'
En materia cinematógrafa y afines me muevo, además de con retraso, con tanta inepcia como inopia, de ahí que hasta hace un par de fechas no hubiera visto 'O que arde', la película con la que el naviego Oliver Laxe se plantó a las puertas ... del Olimpo, puertas que ahora acaban de serle franqueadas en Cannes. Día arriba, día abajo, coincidió mi visión de 'O que arde' con la de 'Unha casa, un poema, un can', documental dirigido por Lucila Yáñez por encargo de la sección de Creación e Artes Visuais Contemporáneas del Consello da Cultura Galega. El protagonista de este audiovisual es Tino Grandío, o mejor dicho, su pintura, a menudo muy mal entendida o, directamente, no entendida.
A los ojos de un miope profano –es decir, a mi criterio– existe una coincidencia evidente entre la cinematografía de Laxe y la plástica de Grandío. Dudo (sin fundamento categórico, conste) que el director naviego sea conocedor de la obra del pintor guntinés, pero ello no obsta para que ambos concuerden en una idéntica interpretación estética de lo que llamamos, para entendernos, la 'Galicia profunda', la alta y brava Galicia «con sus gemebundos vientos», que diría Tennyson. Y esa apreciación, en absoluto complaciente, es lo que otorga a la obra de ambos idéntica etiqueta (¿o estigma?) de difícil, intrincada y oscura, tanto argumental como cromáticamente.
A mí, por el contrario, me parece que Galicia –la honda Galicia, primaria, ancareña, todavía plagada de remanentes seculares– está fielmente configurada en la estética renegrida, misteriosa, hosca y reservada que inspira la pintura de Grandío (desde luego, su pintura más emblemática) y la cinematografía de Laxe, o, cuando menos, la gradación que, a mi juicio, singulariza a una película como 'O que arde'. Sentado lo antedicho, no tengo la menor duda de que la obra del uno y del otro serán, algún día, herramientas imprescindibles para entender una Galicia que se obstina en no renunciar a su propia sustantividad. Se echará mano de 'Arando cedo' y de 'O que arde' como ahora recurrimos a un palimpsesto para escudriñar tiempos y culturas seculares.
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