Tenis
Alcaraz, contra Paul y el resurgir del imperio estadounidense
El español se jugará la semifinal contra Tommy Paul, que lidera, con Coco Gauff, la generación que exhibe músculo por fin en la tierra de Roland Garros
Alcaraz, con doble castigo en Roland Garros: de noche y contra Paul
«Por fin, último torneo de tierra batida. Luego llegará lo auténtico, la hierba y la pista dura, donde realmente importa el tenis». Así se presentaba Frances Tiafoe en Roland Garros. La reticencia a jugar en esta superficie expuesta en pocas palabras y por ... boca de todos sus compatriotas estadounidenses. Se debaten a gusto en la pista rápida, pero Roland Garros se les hacía costoso, incómodo, lejano. Por el lugar, viaje largo a París, y por el juego en sí, que no hay tanta costumbre, ni hay tantas pistas, para aprender a deslizarse en la arena roja y actuar en consecuencia, alejado este tipo de juego de la dureza, lo potente y lo agresivo del suelo azul en el que se prodigan con soltura y eficacia.
Pero hasta el mismo Tiafoe ha cambiado su discurso. Porque celebra él su lugar en cuartos de final, sin perder un set y que lo enfrenta este martes ante Lorenzo Musetti, y que comparte con Tommy Paul, 28 años y 12 del mundo, que también se juega la semifinal contra Carlos Alcaraz (20.15 horas, Eurosport). Un triple reto el del murciano: Paul, jugar de noche y sus propios pensamientos negativos. Y celebra todo Estados Unidos este resurgir después de tantos años alejados de las últimas rondas. «¡U es ei!», se escucha en la Philippe Chatrier cada vez con más orgullo, porque tuvo en octavos a Tiafoe, a Tommy Paul y a Ben Shelton (despachado por Alcaraz) entre los chicos, primer triplete desde 1995, cuando alcanzaron la segunda semana Andre Agassi, Jim Courier y Michael Chang; y a Amanda Anisimova, Jessica Pegula, Madison Keys, Hailey Baptiste y Coco Gauff entre las mujeres, un dato que no se veía desde 1985. Y se confía ir más allá y encontrar un sucesor de Agassi, último campeón en la Chatrier, en 1999; y de Serena Williams, última campeona en 2015.
Don Budge y Don McNeill levantaron la Copa de los Mosqueteros en 1938 y 1939, fueron dominadores en los años 50 Frank Parker, Budge Patty y Tony Trabert, y hubo una ausencia de casi cuatro décadas que cortó Michael Chang en 1989; Jim Courier (1991 y 1992) defendió con orgullo la bandera y Andre Agassi (1999) queda como último recuerdo de un campeón estadounidense masculino en la Chatrier. Helen Wills triunfó en cuatro ocasiones (1928, 1929, 1930 y 1932) y en la década de los 50 se repartieron casi todos los éxitos Doris Hart, Margaret Osborne, Maureen Connolly, Shirley Frey y Althea Gibson; los títulos de Darlene Hard y Nancy Richey en 1960 y 1968 inspiraron a Billie Jean King (1972) y, sobre todo, a Chris Evert, campeona en siete ediciones (1974, 1975, 1979, 1980, 1983, 1985 y 1986) rivalizando con Martina Navratilova (1982, 1984) y dando el relevo a Monica Seles, triple campeona entre 1990 y 1993. El dominio en los años 2000 lo inició Jennifer Capriati (2000) y lo terminó Serena Williams (2002, 2013 y 2015).
En un país de 340 millones de habitantes y con una cultura deportiva extraordinaria, el vacío de títulos desde entonces es casi una herida en el orgullo nacional.
Un vacío que tiene múltiples explicaciones, que pasan por la tradición, el dinero, la educación del pasado y el empeño individual y colectivo del presente. Aunque el US Open llegó a celebrarse en tierra batida y en hierba, los tenistas estadounidenses se han criado principalmente en superficie rápida por una cuestión de números: con pocos clubes privados, el gobierno sustenta la mayor parte de la estructura pública deportiva y la tierra batida roja es demasiado costosa de mantener (la verde, más económica, difiere demasiado de la que se utiliza en Europa). Sin suelo en el que establecerse, los fundamentos del tenis también cambian en el proceso de aprendizaje. Mientras Alcaraz no pisó una pista de superficie dura hasta los 11 o 12 años, Sam Querrey no se deslizó en tierra hasta los 17. Así, acostumbrados al tiro rápido, puntos cortos, potencia y saque descomunal, se tarda más en aprender a deslizar, a construir puntos con herramientas como los efectos, las alturas, la defensa y la paciencia. «En tierra batida, me muestro un poco más pasivo porque la pista no me ayuda a jugar tan rápido como quisiera. Es una superficie que no premia la calidad de los tiros. Nivela a todos los jugadores a la hora de hacer ganadores. Y la paciencia es algo con lo que lucho», explicaba el propio Tiafoe, 27 años y 16 del mundo, que llevaba cinco derrotas en primeras rondas en París, y en este 2025 suma cuatro triunfos sin ceder un set.
Desde hace unos años, la Asociación de tenis estadounidense (USTA) se ha empeñado en reducir las lagunas, añadiendo instalaciones y entrenadores específicos, importando a los más expertos en la materia como José Higueras, que ya educó a Courier en el arte de los deslizamientos, la táctica y los efectos de la tierra. Hubo un trabajo exhaustivo con la generación de los Tiafoe, Paul, Fritz, que incluyó viajes a torneos de categorías inferiores a España. Pero también se ha desarrollado toda una buena infraestructura en Florida, con un clima parecido al europeo en primavera que permite jugar en tierra todo el año y del que disfrutan, por ejemplo, Madison Keys y Sloane Stephens. Gauff, 21 años y 2 del mundo, finalista en París en 2022, pasa algunos meses al sur de Francia solo para entrenarse en tierra. Les ayuda, no obstante, que el tenis se desarrolle por los derroteros de la potencia, incluso en tierra, aunque ya sean conscientes de que un saque con efecto o bien colocado puede hacer más daño que uno a 230 kilómetros por hora.
Estos días, en la cadena TNT, volcada con este torneo para aumentar el interés en Estados Unidos, Patrick McEnroe analizaba así la evolución: «Les han enseñado a jugar al tenis, no solo a pegar a la pelota». Y se desenvuelven ya con maestría. A los cuartos de Tiafoe y Paul, se unen los de Gauff, que batió ayer a Ekaterina Alexandrova (6-0 y 7-5), y Madison Keys, que ganó a su compatriota Hailey Baptiste por 6-3 y 7-5. Hay ganas de emular a Chris Evert (siete títulos en París) y Serena Williams (tres).
«No me entusiasmaba venir a jugar aquí, pero ahora me recuerdo que soy buen jugador y que esto es tenis, solo cambia la superficie, y lo estamos haciendo mejor», indicaba Paul, educado en tierra verde al regentar sus padres un club deportivo con estas pistas. Quizá eso lo llevó a ganar Roland Garros júnior 2015 —ante Fritz—y a la posibilidad de alcanzar hoy su primera semifinal en París. «Estamos hambrientos. Y nos lo creemos», zanja Tiafoe.
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