Frattesi firma un triunfo a la italiana

Partido académico entre dos de los grandes clásicos de Europa. En la era de la modernidad, las marcas Bayern e Inter parecen ocupar un escalón menor en el escaparate de la exposición viral. Mientras los focos de la innovación y el protagonismo apuntan a otros clubes, alemanes e italianos lucen el fútbol serio, colectivo y eficiente que se espera de dos entidades que superan los 110 años de historia.

Jugando en casa, los muniqueses salieron dispuestos a mandar. Acostumbrados a no quejarse, suplieron la importante baja de Musiala con el orden y la ambición habituales. Dominaron durante la primera hora y pudieron adelantarse si su más afilado estilete, el inglés Kane, no hubiese querido ajustar en exceso el tiro. Solo ante Sommer, estrelló el balón en el poste izquierdo de la meta rival.

Esa historia centenaria del balompié continental enseña desde siempre que es mal negocio perdonar la vida a un equipo italiano. Porque ellos no suelen responder con idéntica indulgencia. Así, no tardaron ni un cuarto de hora en golpear: Lautaro, casi siempre certero, dibujó con el exterior del pie derecho un bello gol.

El conjunto que dirige Inzaghi es fiel a su tradicional severidad, pero el que fuera fino jugador le ha dado al líder de la Liga italiana varias manos de su elegante barniz. El gol de Martínez llegó tras una meritoria e inacabable jugada de posesión visitante.

Tras el descanso, ambos contendientes repitieron el guión con alguna variantes. Para empezar, Lautaro desperdició una clara ocasión de anotar el segundo tanto. Los buenos reflejos de Urbig desbarataron otra rápida combinación atacante de los interistas.

Fiel a su costumbre, el Bayern se remangó, apretó los dientes y buscó con fe la pelota y el empate. Marcó el ritmo y fue encerrando progresivamente a los italianos. Estos, lejos de agobiarse, esperaron con el orden de siempre el paso de los minutos. Al principio, incluso amagaron con lanzar algún contragolpe. Pero se fueron apagando y aculándose en torno a su área.

Los germanos no encontraban la senda del gol. Hasta que apareció el eterno Müller y sacó su viejo y eficaz fusil. Firmó el empate en el 84 y la grada estalló de alegría dando por buena la igualada. No se acordaron de que tenían enfrente un equipo italiano de los de toda la vida. Y cuatro minutos después apareció Frattesi.