La Academia de Bellas Artes celebra los cien años de Gustavo Torner
La institución exhibe trece pinturas de gran tamaño, algunas inéditas, de uno de sus miembros, creador polifacético y multidisciplinar, figura clave del arte español en la generación de los 50
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Todo en Gustavo Torner (Cuenca, 1925) es excesivo. Lo primero, cumplir cien años el próximo 13 de julio. De ellos, ochenta los ha pasado trabajando. Una carrera de ocho décadas no es muy habitual. A todo ello se suma los campos ... en los que ha trabajado este artista polifacético y multidisciplinar, un artista total. Figura clave del arte español en la generación de los 50, se formó como ingeniero de montes. Autodidacta, ha hecho pinturas, esculturas, dibujos, fotografías, collages, diseño gráfico, tapices y alfombras, muebles, vidrieras, mosaicos, escenografía y figurines para obras de teatro, ópera y zarzuela, arquitectura... Además, ha trabajado en el campo de la museografía, el diseño y montaje de pabellones en ferias, museos y exposiciones...
En el Prado, como reza en la web del museo, «se ocupó en 1980 del montaje de las salas que entonces se dedicaron en la planta baja del edificio de Villanueva a la pintura flamenca del siglo XVII y, en el sótano, a la exposición de las piezas del Tesoro del Delfín. A partir de 1997, y hasta 1999, se ocupó del diseño de las nuevas salas de prácticamente la totalidad del edificio Villanueva que se disponía de nuevo según los criterios del Plan Museográfico de 1997, entonces aprobado. A Torner se debe la elección de los colores de las paredes del museo, la de los entelados colocados en algunos de los conjuntos: pintura flamenca de los siglos XV y XVI, pintura veneciana, pintura española del siglo XVII y pintura flamenca de esta misma época, etc. Pero sobre todo, fue el responsable no solo de los colores, sino del diseño arquitectónico de las nuevas salas de la planta ático, destinadas a la pintura europea del siglo XVIII (ático norte) y Goya, cartones para tapices, retratos y pintura religiosa (ático sur)».
Tiene obra pública repartida por toda España: en Madrid, donde desarrolló una ingente labor artística y sociocultural, cuenta con piezas en el jardín de la Fundación Juan March, en la plaza de los Cubos y en el museo de escultura al aire libre. Por si todo esto fuera poco, es académico de Bellas Artes y ayudó a poner en marcha el Museo de Arte Abstracto, en las Casas Colgadas de Cuenca, junto con Fernando Zóbel y Gerardo Rueda. Fue en 1962, en el pabellón español de la Bienal de Venecia, donde se conocieron Torner y Zóbel. Tras varios intentos fallidos, en 1966 se inauguró el que fue el primer museo de arte contemporáneo en España. Un museo fundado, concebido, dirigido y sostenido por artistas. De él dijo Alfred Barr, director del MoMA, que era «el pequeño museo más bello del mundo».



Habrá homenajes (ha sido distinguido como hijo predilecto de la ciudad de Cuenca), conciertos, documentales y exposiciones dedicados a Torner en su centenario, como en el espacio que lleva su nombre en su ciudad natal, pero la Academia de Bellas Artes ha querido rendir homenaje a uno de sus miembros. Fue elegido académico en 1992 e ingresó un año después con un discurso titulado 'El arte. Víctima de sus teorías y de su historia'. Lo hace con una exposición que reúne, hasta el 27 de julio, trece pinturas de grandes dimensiones realizadas entre 1977 y 2008, su etapa de madurez. Excepto una, 'Quevedo en Roma', que donó Torner a la Academia tras su ingreso, las demás obras proceden de colecciones privadas. Y más de la mitad son inéditas. Este martes acudieron a la inauguración familiares y amigos. El artista no estaba, pero tiene intención de pasarse un día a verla.
El comisario, Arturo Sagastibelza, no ha querido que haya paneles explicativos, sino que el público disfrute de la pintura, a la que Torner volvió a finales de los 70. «Sus nuevas pinturas, dice el comisario, parecen reflejar el entusiasmo y la vitalidad de una segunda juventud, pero con el dominio y la sabiduría de un artista consumado. Son obras de gran impacto visual y poderosa presencia física, por sus grandes dimensiones, por su exuberancia y variedad de colorido, por su formato -muchas veces irregular- o por su complejidad compositiva». Utiliza en ellas materiales como pan de oro, ceniza, caseína, látex, feldespato, arena, escay, cables eléctricos... Además de su homenaje a Quevedo, también rinde tributo a San Juan de la Cruz, Unamuno, Stravinsky...
Es éste, continúa Sagastibelza, un doble homenaje a Torner, un artista «reflexivo y mental». Por un lado, a su obra. Por otro, un reconocimiento a su concepción museográfica y de exposiciones. Labor que llevó a cabo en la Fundación Juan March entre 1975 y 2002. Su obra, dice el comisario, es inabarcable y difícil de clasificar. Se adscribe a la vertiente más lírica e intelectual del arte, alejada del expresionismo del grupo El Paso. Sus primeros trabajos son de los años 40. En los 50 comienza con obras figurativas, pero se pasa a la abstracción. En los 60, su pintura se torna más compleja (construcciones, ensamblajes) y en los 70 se centra en la escultura, sobre todo monumental, hasta que regresa a la pintura. El comisario concluyó su intervención con unas palabras de Torner: «Dice que el arte no existe, lo que existen son las obras de arte. Gracias, Gustavo, por un siglo de arte».
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